Sale desde dentro y se proyecto fuera una imagen de permanente reflexión, de no querer salir del segundo plano, de reserva, lo más a la sombra posible, allí donde encuentra espacios de soledad para seguir meditando en busca de fórmulas que hagan mejores a sus jugadores, y que esa mejoría individual se transforme en mejoría colectiva, y en que el fútbol crezca y fluya. Así es la observación que se puede hacer de José Antonio Indalecio en cualquiera de los partidos en los que ocupa el banquillo, motivando aun sin quererlo el interés en saber más sobre él, sobre su idea general de este deporte y sobre el horizonte inalcanzable que siempre parece tener delante. Ante la cada vez más notable falta de referencias puras y reales en el balompié, deporte ‘okupado’ por demasiados intrusos al calor del dinero, se hace necesaria media hora de charla con un tipo que precisamente tiempo es lo que menos tiene.
Cogemos a ‘Inda’, como no, viendo un partido de fútbol, pero no uno cualquiera, sino nada menos que uno entre el TAE y La Cañada en cuarta categoría alevín. Niños y alguna niña lo están dando todo dentro del césped de El Toyo, algo distante de El Ejido, pero su base de operaciones no se establece en un lugar fijo. De hecho, esos pequeños que juegan le dan la razón a golazo limpio, intentando mover el balón y teniendo una actitud competitiva a la par que respetuosa. Ese viernes por la tarde-noche está en el papel de observador, inviolablemente unido al de aficionado, con el escudo de su CD El Ejido en el pecho. Este es su particular ‘Año 2’ como coordinador de las bases del club celeste, realmente el tercero en su trayectoria, «pero el primero lo tuve que considerar como ‘Año Cero’ por todo lo que había por hacer antes de pensar en desarrollar». Sí, metódico, y también precavido, pasos firmes.
José Antonio es en el fútbol lo que practica fuera de él, como persona anónima, y uno de sus grandes valores es que tiene claro que para parecer mejor no hay que humillar o ridiculizar o menospreciar a otro. En ese sentido, hay nombres importantes en su formación previa, como Israel Polo, y en su proyección posterior, como Manuel Calvo o Javi Fernández, algo que lleva a gala y comenta con orgullo antes de elogiar la labor realizada por Cisco en las bases celestes: «Es un mito e hizo una buena labor dentro de las posibilidades que le dieron en su momento, eso por descontado, y le presento todos mis respetos». Pero cada uno tiene ‘su momento’, y el de Inda en El Ejido llegó a la par que Pierre Mevy, del que el joven técnico no esperaba la ‘espantada’, leal, como no puede evitar ser ante toda buena intención. Tan es así que el que fuera propietario del club celeste habló de ascensos, pero con cantera.
El designado para elevar a categoría de estructura formal a lo que había fue José Antonio Indalecio, y lo que queda de todo lo que se pretendió dentro del club es precisamente su obra. Mevy se fue y detrás quedó un descenso en lugar de un ascenso, de Segunda B a Tercera, no a la Liga SmartBank, en ese momento Liga 123, pero además, de modo afortunado para los seguidores celestes, ahora sí una buena base, una gran cantera que ha vuelto a ‘hacer mucho ruido’ en el contexto provincial, regional y, es posible, nacional. El sostén de la obra de Inda tiene un coste que es complicado de sustentar en el momento presente, post Mevy, muy complicado económicamente, pero es ‘barato’, sale a muy buen precio y es atractivo para cualquiera que entienda de invertir sin riesgo. Y es que el coordinador ha coordinado, ha meditado y ha dado con la fórmula garantizada de alto rendimiento a precio asequible, siendo lo más atractivo del club su factoría de perlas canteranas.
Inda no duda en manifestar que si fue al CD El Ejido se debió a que lo considera «un gigante dormido» al que devolver el prestigio de su fútbol de formación. Como virgitano de cuna y crianza que es, lo tuvo claro: «Debe ser el referente de nuestra zona de influencia, la del Poniente Almeriense, llegando hasta Motril incluso y hasta Roquetas». En esa labor de captación invirtió tiempo, quemó neumático y recorrió campos, algo que prosigue con la ayuda del que a día de hoy es su mano derecha, Radu Varcus -regresamos a aquella parte en la que se ha mencionado que José Antonio es de los que destacan la valía de los demás-. Llegó, y sigue siéndolo, como seleccionador de la Universidad de Almería, lo que le hace un perfecto conocedor también del fútbol senior provincial, con la que ha sido campeón de España, campeón de Andalucía y bronce en el Campeonato de Europa. En el camino, en el mismo campo de El Toyo, padres agradecidos que lo saludan con cariño porque ha sido ‘maestro futbolístico ‘ de sus hijos.
Entrenador con la máxima titulación, no minimiza su sentido pedagógico, escuchando de su boca expresiones poco habituales por la sinrazón del ganar o ganar desde la más tierna edad, como ‘darles oportunidades a los niños de maduración más tardía, porque al final son niños y no hay una fórmula secreta’. Ha querido que el club crezca… pero no tanto. Es verdad que hay muchos más niños que antes vestidos de celeste compitiendo en Santo Domingo o por todos los campos de la provincia y de parte de Andalucía, pero se ha hecho de manera controlada y asumible, primando la calidad sobre la masificación. Hay veinte equipos por debajo del primero, y el CD El Ejido ha pasado a ser un referente, sin tener que ‘pelearse’ por fichar niños con clubes del entorno cercano, situando su «mercado» en el mismo de clubes de categorías nacionales. Además, se ha preocupado en conocer al detalle la idiosincrasia de la población para encajar a la perfección: «El anterior proyecto llegó como una apisonadora cuando realmente el fútbol base no era lo que necesitaba, porque el corto plazo no sirve para la cantera».
Fue fácil cometer errores por ese motivo, pero eso se corrigió a los pocos meses e Inda tomó plenos poderes, dando cariño al fútbol 7, «dando una calidad superior a las escuelas municipales para ir ganado poco a poco las categorías superiores que no se tenían, logrando plantillas más competitivas sin depender de dos o cuatro jugadores fichados». Metodología, pero no dictadura, cada entrenador es libre de desarrollarse y de desarrollar, eso sí, bajo unos parámetros que dan el sello propio. Esa fue un área, de hecho, más coordinación, captación y tecnificación, «hilando más fino y con las ideas más claras». Se ha aumentado en seis el número de equipos desde entonces, con cuatro equipos en cada categoría de fútbol 7 «porque es donde hay que apostar más». Valora las ganas, la predisposición y los conocimientos a la hora de elegir a los entrenadores, «a los que no se impone una manera de jugar, no creemos en un modelo de juego cerrado», asegura, y sigue ‘peinando’ su zona de influencia porque es básico seguir a jugadores que puedan ser interesantes.
Con ello se consigue que «todos asumen la filosofía de querer crecer en el club, porque si estás en el fútbol base por dinero, te estás equivocando». Sí se hacen sesiones grupales para poner ideas en común, y se contó con la participación de cuerpo técnico del primer equipo para unificar y aprender, con la máxima de que «no se concibe en este club el trabajo sin balón, correr sin tener un escenario de juego, que es justo lo interesante, generar escenarios diversos en los entrenamientos». Se pasó de reinos de Taifas, cada uno con un saco de balones y con el escudo del club, pero nada más en común, a tener un producto atractivo, unificado y con sentido. Ahora sí es atractivo para unos padres poner a su hijo en manos de un UEFA Pro y del completo entramado que ha conseguido crear, único vestigio de los aires de grandeza que pareció traer el anterior propietario, algo que sí que se ha hecho realmente grande: «Los cimientos del largo plazo están puestos, y yo me siento un privilegiado». Habrá más Espigares, del Valencia, Darío, del Sevilla, Marcos Linares, del Betis, sin necesidad de que se vayan y que sigan siendo Espigares, Darío y Marcos… del CD El Ejido, un club que aplica los sistemas y técnicas formativas de vanguardia, individuales, grupales y colectivas.